Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

lunes, 17 de junio de 2013

Y aún así...




Me gustaba sentir que estabas ahí
aunque no te viera
aunque no te tocara.
Aunque nos deseásemos de espaldas.
Me gustaba saber que pensabas en mí,
casi tantas horas
como las que yo te dedicaba.
Me gustaba pensar que eran míos tus suspiros,
que me regalabas tus manos,
que deseabas fundirte en mi piel,
mi piel sufrida, cansada,
mi piel muerta.
Me gustaba creer que necesitabas mis palabras
escritas, habladas, gritadas,
lo mismo que yo necesitaba las tuyas
para repetirlas una y otra vez
en mi mente perversa.
Me gustaba creer que algún día te atreverías
a cumplir con tus deseos
que se convertían en los míos
cuando tú me los confesabas.
Llegué a creer que ibas a ser valiente,
a pesar de que tus pasos
cada vez retrocedían más

en lugar de plantarme cara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario