atados a los pies.
A través del mismo cristal
se escapa otro más.
Vuelvo a ponerme los zapatos
para no caminar,
y llegar tarde a ningún sitio.
Estoy muerta por dentro,
permaneciendo inmóvil como un tronco
al que nadie nunca
va a tallar un corazón.
El trago no sacia mi sed,
el humo no me lleva a otro lugar.
Intento respirar con indiferencia
pero cada suspiro quema mis pulmones,
el aire ahoga mi garganta,
la lluvia cae azotándome la espalda,
los pájaros se desvanecen como ceniza a mi paso,
y por mucho que trate de encontrar otra salida,
todo permanece igual.