Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

sábado, 10 de marzo de 2012

Absurdo etílico

Los colores ya bailan en mis ojos,
nuevas melodías se insinúan en mis oídos,
el calor recorre mi garganta
y hace cosquillas a mi estómago.
El hígado tiene instinto suicida,
los riñones me salieron trabajadores.
El agua es una estrecha.
Yo las prefiero morbosas,
solitarias, cañeras, agresivas,
que consigan darme la única forma
de comprenderlos por un instante.
Ser absurda,
buscar la risa,
la pereza, la malavida.
Ser el antifuturo
o el futuro destructivo,
estancado, somnoliento.
Yo quiero beber,
no para olvidar,
sino para dejar de ser.
Alzar la copa
y brindar por que follemos todos
esa noche.
Disfrazarme de joven moderna
con falda y tacones.
Peinarme con recogidos patéticos,
hablar de moda
por mi nueva blackberry,
iphone, android, ipod, ipad,
apple, shuffle, tus muertos.
Bajar de 130 a 80
y ser igual de repugnante.
Descalzarme a las 5 de la mañana.
Morir
y renacer con 20 años
(verdaderos)
Y tal vez así,
sometiéndome a la simplicidad,
al patético vacío,
a la nada,
consiga liberarme de esta tortura
que no me deja dormir
ni despertar.

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