Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

domingo, 18 de marzo de 2012

No hay lugar

Me levanto con el peso de mil días
atados a los pies.
A través del mismo cristal
se escapa otro más.
Vuelvo a ponerme los zapatos
para no caminar,
y llegar tarde a ningún sitio.
Estoy muerta por dentro,
permaneciendo inmóvil como un tronco
al que nadie nunca
va a tallar un corazón.
El trago no sacia mi sed,
el humo no me lleva a otro lugar.
Intento respirar con indiferencia
pero cada suspiro quema mis pulmones,
el aire ahoga mi garganta,
la lluvia cae azotándome la espalda,
los pájaros se desvanecen como ceniza a mi paso,
y por mucho que trate de encontrar otra salida,
todo permanece igual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario