Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Lo llaman blasfemia... ¡Blasfemia!
al hecho de que dos personas quieran amarse,
amarse con todo con lo que pueden amar,
amar con el cuerpo, entregar el alma.
Amar hasta perder la cordura,
hasta rebozar amor por cada poro.
Lo llaman blasfemia...
a que dos personas se amen
sin dar importancia al sexo del cuerpo
asegurando que va contra la naturaleza que Dios creó,
sin saber, malditos incultos,
que los animales pueden ser homosexuales,
¡y no homófobos!
Lo llaman blasfemia
al amor protegido
mientras millones de personas mueren de SIDA.
Lo llaman blasfemia
y prohíben al sacerdote que ame.
Lo llaman blasfemia, ofensa a Dios
cuando dicen que todo él es amor.
¡Blasfemia! ¿Y quieren que crea?
Seré en vuestro mundo la más desdichada,
la más pobre, la más desgraciada.
Pero en el mío seré la más dichosa
por poder disfrutar de un amor libre
donde la palabra ''blasfemia'' no haya sido ni creada.

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