Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

sábado, 21 de enero de 2012

Pensándome alguien

Quizá sea desde que fue Nietzsche el que mató a Dios cuando haya dejado de existir de verdad. A veces pienso que el mundo está vacío y que si lo agitase una mano gigante no sonaría nada. Miro al cielo y Él no está ahí, yo no lo veo. Si viviese dejaría que personas como yo con la fe perdida pudieran vislumbrarlo para que no se sintiesen solas en medio de un planeta absurdo que se va destruyendo a sí mismo. Al final va a ser verdad lo que decía mi madre, que yo parezco pertenecer a Marte. Pero es inevitable avergonzarse en ocasiones de ser un humano. Sólo hay que encender la tele para ello. Es triste pensar que los tuyos están encerrados en libros, ¿no? Soy de las que piensan que debería haber nacido hace un siglo o dos, donde existiese gente como Baudelaire, Rigaut, Carroll, Lorca, Dalí, Wilde,... Aunque cambiaría mi vida si en la otra pudiera encontrarme con Rimbaud. Desde siempre quise girar esa estrella a la derecha y pedalear hasta el amanecer. Estoy segura que allí, donde los niños nunca son adultos, está l'enfant terrible. Y quisiera hablar con él de aquellos sentados y sus patéticos conformistas que, acomodados en sus sillas de biblioteca, intentan comprender una sociedad sin sentido que sólo sabe poner nombres a la verdad y a la mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario