Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

domingo, 19 de febrero de 2012

Cuánto daño hicimos

Sentada sobre este banco desconocido voy descubriendo vida. En mis oídos retumba la verdad. No todo aquí donde me encuentro es alegría... veo aguas que me rodean y que intentan ahogarme hasta lo más profundo. No todo es color... para que algo sea puramente rojo hay que prescindir de los demás, para que todo sea negro los necesitamos a todos torturándose unos a otros y humillándose a sí mismos. Tras un arbusto me espía escondido un diablo con buenas apariencias y malas intenciones, pero no evitará que siga contemplando cómo se derrama la sangre sobre estos árboles. Todo se tiñe de muerte, se pudren estos ojos contaminados de dolor. Plumas blancas caen sobre mi cabeza pero jamás me darán alas y yo mojo mi color en sus entrañas para esconder esta inocencia que no logra sobrevivir sola. Comienza la transformación como si fuera luna llena. La Luna! Aún siendo la mayor solitaria es contemplada con admiración. ¿Por qué si nosotros nos quedamos solos somos observados con lástima? No hay lógica que siga las huellas de la razón humana, por ello me convertí en fantasma ante ellos para poder atravesar sus almas sin que nos percatemos ninguno. Busco desaparecer en medio de esta amenaza y que las puntas de sus cuchillos nunca lleguen a rozar mi piel. Derrotados, observaré sus palmas sobre el suelo mientras subo por la escalera de lo absurdo y veo el caos antes de llegar a Su furia. Hace tiempo que las estrellas comenzaron a mandarnos llorando sus destellos, y jamás fuimos a consolarlas. Acabaremos con todo y ése será nuestro propio castigo. Mientras sigo en este banco desconocido... descubriendo el final.

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