Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...

John Wilmot (The Libertine)

sábado, 4 de febrero de 2012

Corre, corre que te pillo

En una mañana de 0º comenzó a seguirme un señor de apariencia sospechosa por dentro de un bosque y fuera de él. Pero la enfermedad del boli y papel no te abandona ni en esos momentos tan incómodos y escribí esto mientras aceleraba el ritmo de mis pasos.


Hojas caídas van guiando mi camino,
cada pisada retumba en mis oídos
y las ramas van rasgando mi piel de sueños,
hasta quedarme desnuda de realidad.
El suelo se sostiene en arenas movedizas
y va aumentando su profundidad.
El agua cae y salpica en mi cara gotas de sangre.
La corriente arrastra mis orgullos.
Paso a paso voy muriendo.
El corazón ya no denota
el ritmo de sus murmullos.
Esa garra endemoniada ya está a punto
para arrastrarme con ella al infierno.
No importa que corra, no hay dónde ir,
aunque me esconda de cada luz.
Este frío agrieta mis labios
para formar la sonrisa del payaso
que jamás me hizo reír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario