Iba caminando con ansia, deseando entrar por un momento en un mundo mágico que jamás, jamás pudiera pertenecer al que vivimos. Olvidar por un momento que las hadas, los duendes y los elfos no existen. Creer de verdad que podría cabalgar sobre un caballo alado por las nubes. Iba caminando con ansia, sabiendo que estaba llegando. Miraba al cielo, que parecía atrapar mi ilusión y expandirla aún más en un efecto rebote. Parecía que mis piernas volvían a medir medio metro y que mi pelo era otra vez corto, liso y negro , obedeciendo los deseos de mi madre de tenerlo bien cuidado y sin piojos. Iba corriendo detrás de un conejo blanco, que por más que se lo pidiera no se detenía. Me daba la sensación de que él tenía más prisa que yo de que llegara. Ya lo iba viendo, a través de unas rejas que encarcelaban al mundo real. La puerta estaba abierta, entré, y lo vi de pleno. No. No era lo que me esperaba, era aún mejor. Sin embargo no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba, de qué diantres era aquello. Sólo sabía que era hermoso, y de repente me sentía como en casa. No quise darle el placer al misterio, así que entre verdes y violetas, azul cielo y rojo amor, busqué por todos lados no sabía muy bien el qué. Hasta que lo encontré. Un pequeño panfleto que decía ''Bienvenido al País de las Maravillas''.
Ahí yace él al final, el converso de lecho de muerte, el Libertino que se hizo pío. No podía danzar a medias, ¿no es cierto? Si me daban vino lo apuraba hasta el poso y lanzaba la botella vacía contra el mundo. Si me mostraban a Jesucristo en su agonía me subía a la cruz y le robaba los clavos para mis propias palmas. Y así me voy, cojeando, del mundo, dejando mis babas sobre una Biblia. Si miro la cabeza de un alfiler, veo ángeles danzando, bueno, ¿os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?¿Os agrado ahora?...
John Wilmot (The Libertine)
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sábado, 12 de noviembre de 2011
Descubriendo Alicia
Iba caminando con ansia, deseando entrar por un momento en un mundo mágico que jamás, jamás pudiera pertenecer al que vivimos. Olvidar por un momento que las hadas, los duendes y los elfos no existen. Creer de verdad que podría cabalgar sobre un caballo alado por las nubes. Iba caminando con ansia, sabiendo que estaba llegando. Miraba al cielo, que parecía atrapar mi ilusión y expandirla aún más en un efecto rebote. Parecía que mis piernas volvían a medir medio metro y que mi pelo era otra vez corto, liso y negro , obedeciendo los deseos de mi madre de tenerlo bien cuidado y sin piojos. Iba corriendo detrás de un conejo blanco, que por más que se lo pidiera no se detenía. Me daba la sensación de que él tenía más prisa que yo de que llegara. Ya lo iba viendo, a través de unas rejas que encarcelaban al mundo real. La puerta estaba abierta, entré, y lo vi de pleno. No. No era lo que me esperaba, era aún mejor. Sin embargo no tenía ni la menor idea de dónde me encontraba, de qué diantres era aquello. Sólo sabía que era hermoso, y de repente me sentía como en casa. No quise darle el placer al misterio, así que entre verdes y violetas, azul cielo y rojo amor, busqué por todos lados no sabía muy bien el qué. Hasta que lo encontré. Un pequeño panfleto que decía ''Bienvenido al País de las Maravillas''.
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